miércoles, 1 de diciembre de 2010

Tatuaje maorí

Cual periódico deportivo de la capi, tejemos también en cabestrini cortina de humo.

Al tema. Ya encontré un motivo para hacerme un tatuaje. Porque para hacerse uno, éste tiene que tener un significado, ¿o no? Creo que la realidad de la gente dista mucho de este ideal, y al final si quieres uno tienes que tirar adelante con lo que puedas.

Cojo y me hago un tatuaje maorí, pequeño, en la pierna por ejemplo. Luego vuelvo a España, y cuando vea a uno con un tatuaje maorí, le pregunto: ¿anda, es un tatuaje maorí? Sí. ¿Me lo dejas ver? Yo también tengo uno. Joder que canijo, el mío es mucho más grande; podría responder… Y es aquí cuando despliego mi juego:

  • ¿Dónde te lo hiciste?
  • En San Blas, donde el polígano.
  • ¿En el sitio ese junto al DIA? Me suena…
  • Ahí le has dao. ¿Y tú el tuyo?
  • Yo me lo hice en el monte Maunganui.
  • ¿Dónde dices? ¿Ande queda eso?
  • Cerca de Tauranga, tierra de fondeo de canoas, en Aoreatoa, más conocido como Nueva Zelanda.

En este momento, ya estoy bastante por delante en cualquier clasificación de mérito al tatuaje, por muchos otros y muy grandes que tenga. Pero no me conformo y sigo escarbando.

  • ¿Y quién te lo hizo?
  • El Richar.
  • ¿El novio de la Vane?
  • El mismo.
  • ¿No lo metieron en la cárcel?
  • No, ese es el Navajas, que llevaba antes el local, y ahora lo ha cogido éste. ¿Por?
  • No, por nada, el mío es que me lo hizo Akaroa, hijo de Ranginui y Papatuanuku, durante rito de sangre y haka, única manera en que aceptan y reconocen tales signos tribales.

Nos despedimos y se van hundidísimos a casa, él y su kilo de tinta que lleva encima, sin quitarse de la cabeza esta cara henchida de orgullo (y mofa). Henchido de tontería en realidad, pero eso sólo lo sé yo.

Calculo que si vivo esta situación veinte veces, habré amortizado el llevar encima esos pegotes de tinta para el resto de mi vida, ¿qué me decís? ¿Ya habéis dado con vuestro motivo? ¿Está a la altura?